martes, 28 de marzo de 2017

mount eerie, a crow looked at me (2017)

Siento envidia de una de las personas más tristes del planeta. Porque Phil Elverum es una de las personas más tristes del planeta. Su esposa, Geneviève Gosselin, fallecía de cáncer en julio de 2016 y les ha dejado solos, a él y a su hija de solo un año. Y solo unos meses después él ha publicado este álbum en el que habla de la ausencia y de la pérdida, y que respira amor en cada canción, en cada estrofa y en cada lamento que surge de su voz rota para siempre. Y a mí, egoístamente, me gustaría saber expresar qué es el amor como él lo ha conseguido con este disco.

El que probablemente sea el álbum más accesible de toda la carrera de Mount Eerie ha resultado ser el más terrible, extremadamente doloroso. Grabado en la habitación en la que su esposa fallecía y utilizando sus instrumentos musicales, Phil se ha olvidado de su querencia por lo experimental y se ha limitado a sacar de sus entrañas nueve canciones austeras, tan hermosas y frágiles como dañinas. Dañinas para quien no tenga cerradas todas las heridas y se acerque a él sin la conveniente armadura.

Sin embargo, detrás de todo el dolor que desprende, reflejado en anécdotas como ese paquete comprado por la madre que llegó con una maleta para la hija de ambos, que Geneviève compró sabiendo que no llegaría a verla con ella camino del colegio, o en la visión de un cuervo volando por encima de sus cabezas, uno descubre la infinita capacidad de amar de Phil y la pasmosa facilidad que tiene para mostrárselo al mundo en un homenaje imposible de asimilar al cien por cien.

Phil es uno de los hombres más tristes del planeta y yo, moderadamente feliz en mi asimilada vida familiar, siento una tremenda envidia por no saber transmitirle a Amaya cuánto les necesito, de la misma forma en la que el autor de este disco se lo dice a su ya desaparecida esposa. Envidia del arte que ha logrado surgir de esa cruel conjunción de amor y ausencia que es A crow looked at me y que me genera, a la vez, una terrible sensación de culpa por algo que debería ser un cumplido. Ser capaz de extraer la belleza que hay en unas canciones que se han escrito en el negro más desolador posible. Manolo Domínguez

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