viernes, 10 de marzo de 2017

miqui puig & acp, escuela de capataces (2017)

Da la impresión de que cada disco de Miqui Puig es un tour de force emocional. Un viaje en una montaña rusa, con sinuosas subidas y bajadas personales, un todo o nada del que seguro no sale indemne. Aquí no hay medias tintas, aquí se ofrece absolutamente cada detalle, la exposición es máxima (siempre la ha sido), a cambio "solo te pide que tus ideales sean los nuestros".
Esto ocurre con cada disco que Miqui Puig publica, pero con Escuela de capataces, parece incluso más acentuado.
Por eso, cada una de estas canciones forma un mapa simbólico, un mapa de lugares y estaciones. Un mapa anímico.

Miqui Puig plasma en Escuela de capataces buena parte de lo que le gusta: de la música disco con cuerdas en Sofía Schmitd-Pérez del Oso al spoken word en la mencionada La teoría del hombre invisible, de su querido northern soul en Cuidado con los perros al pop más pegadizo en Los Módena, y de ahí a la parte final con las guitarras furiosas de Nuevo rock americano.

El disco es el decálogo 2017 para el hombre serio y bienplantado, con sus momentos de euforia y sus momentos de bajada: estos últimos, distribuidos en la primera parte del disco, engloba canciones como Ella me salvó (Beber sin sed), El chico que gritaba acid (una de las mejores canciones del disco) o El sastre de Genestacio. Entre los de euforia están Los Módena, la exaltación de La teoría del hombre invisible o Vos trobava a faltar (canción perteneciente a un single de vinilo + cd que se publicó en 2013, coincidiendo con el último Concert de Nadal que realizó, aquí regrabada). Aquí la euforia es una euforia comedida, casi melancólica, celebrando la vida, pero siempre con la mirada puesta atrás, por si acaso. Javier Ruiz

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