jueves, 23 de marzo de 2017

jugando a ser plutón, pt. 3 (un repaso tangencial por la discografía de los planetas)

Encuentros con entidades (2002) Benicàssim 2002. Los Planetas presentan poco antes de su salida Encuentros con entidades. Poco puedo decir del concierto, su recuerdo se ha diluido entre las numerosas ocasiones que los he visto y el fervor de la juventud en un festival con mar.

Dentro del recinto también se monta un stand expresamente para vender el cd single de Pesadilla en el parque de atracciones también pocos días antes de su publicación. Así que Carlos y yo compramos ese cd el primer día del festival y de nuevo nos volvimos locos con él en el coche. Sonaba a toda leche por las calles de Benicàssim. Una bomba de canción que nos hacía pensar que ese disco iba a ser la polla en vinagre. Unida al primer single, Corrientes circulares en el tiempo (a la larga una de mis canciones favoritas del grupo), nuestra ilusión no podía ser más grande ni nuestras expectativas estar más altas.

Pero, ay, aparecen lo que yo considero los primeros problemas en el paraíso. El primer gran traspiés. El gran bajón.
Aparte de esos dos primeros singles también están Mil millones de veces, San Juan de la Cruz o El espíritu de la Navidad (sí, totalmente  a favor), pero también El artista madridista, uno de sus singles que más coraje me dan.
Canciones que están entre lo mejor de Los Planetas, pero como obra, como una unidad, queda coja.

Se me puede acusar de antiguo, pero yo entiendo las relaciones sentimentales como un largo recorrido. En esta relación, como en cualquier otra, no todo va a ser un punto en todo lo alto. No siempre va a ser todo excelencia. Una mala tarde la puede tener cualquiera. Javier Ruiz



Los Planetas contra la ley de la gravedad (2004) Con el diseño del single de adelanto, Y además es imposible, Javier Aramburu ya dejó claro su cariño por el trabajo de Edward Gorey. Los Planetas contra la ley de la gravedad era la confirmación. De eso y de muchas cosas más. Porque ese fue el primer disco que no me compré porque Amaya ya lo había hecho. Y, claro, si tarde o temprano íbamos a terminar viviendo juntos, qué sentido tenía hacerse con él por duplicado. Así, además, me ahorré el dilema de decidir si seguía confiando en ellos o no. Amaya no dudaba y eso era como decir que yo tampoco.

Y lo cierto es que no tener que decidir fue lo mejor que me pudo pasar en ese momento. Ahora, con el tiempo, la cosa no resulta tan catastrófica y, por momentos, incluso más que digna (Nunca me entero de nada y Experimentos con gaseosa mis preferidas). Pero, entonces, yo ya había perdido la ilusión y singles como el ya mencionado o No ardieras me parecían de lo más flojo de su carrera. Estaba tan fuera de onda que empecé a rechazarlos. Si me hubiese encontrado a J por la calle habría cambiado de acera. Si me hubiesen preguntado por los grupos de mi vida no les habría nombrado. Si tuviera alguna camiseta con el diseño de la portada la habría hecho paño. Fue tanto el bloqueo que, a día de hoy, aún tengo que mirar en wikipedia cuando tengo que escribir el nombre del disco. Lo he borrado de mi memoria como una víctima olvida el momento del accidente. A pesar de que, como digo, al final solo fueron heridas leves y algún pequeño trauma, y tampoco llegó la sangre al río. Manolo Domínguez

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