En Intrusos, la nueva publicación del estadounidense, Adrian Tomine vuelve a la colección de relatos cortos para componer su obra, escapando del formato de novela gráfica que ya probó, y donde tal vez pinchó, con Shortcommings. Se trata de seis historias en un libro de 121 páginas, en las que trabaja técnicas diferentes de dibujo, desde la tinta negra que siempre le ha caracterizado hasta una línea clara a color y con un detalle que traspasa las fronteras del cómic para instalarse descaradamente dentro del concepto de arte gráfico. Porque Adrian Tomine cada vez dibuja mejor y tiene un mayor control de la distribución del espacio (tanto cuando decide dedicar toda la página a una única viñeta como cuando las distribuye siempre cuidando la mayor elegancia estética posible) y control de los personajes (magníficamente trabajados y llenos de matices -debilidad especial por los protagonistas de Vamos, buhos y Triunfo y tragedia-, o acercándose a una caricatura amable -Hortiescultura es el mejor ejemplo de ello-).
Y, allí donde el dibujo ya no llega, lo hace su gran capacidad narrativa para encontrar aquellos detalles que retratan mucho más de lo que muestran. Tal vez en esta novela más que nunca. Porque, al contrario que en sus inicios, donde la sombra solía ser constante, Adrian ha trabajado mucho los matices en sus seis historias. Ya no se esfuerza por dibujarlo todo negro (como tampoco lo ha hecho en el apartado gráfico), sino que ahonda en los personajes y, con detalles o más explícitamente, saca buena parte de los infinitos matices que tiene el ser humano y procura dar una visión menos amarga de sus vidas. Sí, en la novela de Tomine siempre habrá tormenta, pero ahora la intercala con pasajes más soleados. Y es posible que esta bajada de nivel en la escala dramática haga menos efectista o inmediata su obra, que ya no impresione de primeras, pero exige reflexionar más sobre los sentimientos humanos y, a la larga, creo que aporta bastante más.
La responsabilidad, la frustración, la derrota y el miedo. El propio y ese que se incorpora, especialmente cuando te conviertes en padre, sobre las personas que tienes a tu alrededor, que te impide ser feliz y dejar que los demás luchen por serlo, queda en Intrusos mejor reflejados que nunca; como en la figura paternal de Triunfo y tragedia, quizás la más terrible y emotiva de las seis historias, y la que sé que me va a acompañar toda la vida. Porque uno, en muchas cosas, es bastante parecido a lo que encontrarás en las páginas del libro si te animas a leerlo.
Y, allí donde el dibujo ya no llega, lo hace su gran capacidad narrativa para encontrar aquellos detalles que retratan mucho más de lo que muestran. Tal vez en esta novela más que nunca. Porque, al contrario que en sus inicios, donde la sombra solía ser constante, Adrian ha trabajado mucho los matices en sus seis historias. Ya no se esfuerza por dibujarlo todo negro (como tampoco lo ha hecho en el apartado gráfico), sino que ahonda en los personajes y, con detalles o más explícitamente, saca buena parte de los infinitos matices que tiene el ser humano y procura dar una visión menos amarga de sus vidas. Sí, en la novela de Tomine siempre habrá tormenta, pero ahora la intercala con pasajes más soleados. Y es posible que esta bajada de nivel en la escala dramática haga menos efectista o inmediata su obra, que ya no impresione de primeras, pero exige reflexionar más sobre los sentimientos humanos y, a la larga, creo que aporta bastante más.
La responsabilidad, la frustración, la derrota y el miedo. El propio y ese que se incorpora, especialmente cuando te conviertes en padre, sobre las personas que tienes a tu alrededor, que te impide ser feliz y dejar que los demás luchen por serlo, queda en Intrusos mejor reflejados que nunca; como en la figura paternal de Triunfo y tragedia, quizás la más terrible y emotiva de las seis historias, y la que sé que me va a acompañar toda la vida. Porque uno, en muchas cosas, es bastante parecido a lo que encontrarás en las páginas del libro si te animas a leerlo.