Cuando escuché por primera vez You are the light y descubrí que era obra de un chaval de solo 23 años, enamorado del indie pop y encantado de situarse a medio camino entre este y el espacio de un crooner precoz, comedidadmente limitado, me preguntaba qué sería capaz de hacer cuando llegara a los 40 años. Aún no los ha cumplido (en realidad tiene 36) pero siento que con este disco nos hemos situado en el momento exacto al que me quería referir hace ya más de una década. Y al final resulta que no estamos muy lejos de aquel Lekman que se fabricó un universo musical desde su estudio a base de samples y apropiaciones para convertirse en esa especie de Bacharach sueco capaz de hacer una canción pop tan intrascendente como bella que de hacer temblar los cimientos de la tierra con una canción como la mencionada You are the light que encajaría perfectamente entre I say a little prayer y Don't make me over. Canciones como Happy birthday, Dear friend Lisa o Maple leaves, con 13 años ya a sus espaldas, no desencajarían en el nuevo álbum de Lekman (y qué decir entonces Sipping on the sweet nectar y medio Kortedala), y esa querencia por cierto sonido con reminiscencias a los setentas y ochentas sigue ahí.
Pero lo hermoso, lo brillante de todo esto, es que nada ha venido desde el inmovilismo. Lekman trasladó su vivienda a Australia hace años y, desde entonces, ha hecho cosas como ejercer de músico en bodas (en una entrevista confesó hace poco que es una de las cosas más emocionantes que ha realizado nunca), involucrarse en el proyecto Ghostwriting desde su diario, en el que componía temas inspiradas en textos que le iban enviando los fans, publicar durante un año (2015) una nueva canción por semana o sorprendernos en 2012 con un álbum más oscuro, personal e introspectivo. Y, ahora en 2017, ha recobrado el espíritu previo a I know what love isn't y vuelve al sonido de vacaciones en el mar, a los detalles tropicales en sus canciones, a los sampleados y a ese modo de entender la música que sublimó en 2007 con Night falls over Kortedala. Pero vuelve sin repetirse. No estamos ante un disco rácano de recursos que recurre a lo ya aprendido para salir del paso. En Life will see you now hay vestigios de lo anterior pero también nuevas pistas (el punto disco de Evening prayer, los destellos italo de How we meet, the long version o el cada vez más depurado control de la voz de Lekman, que sabe estar a la altura cuando toca ponerse tierno o cuando se entrega a la fiesta). Y, sobre todo, hay grandes canciones. Canciones magníficas, que hacen que tengamos que pensárnoslo muy bien para decidir nuestro disco preferido de su carrera. O, mejor aún, que nos anima a volver a sumar sin restar. Manolo Domínguez
Pero lo hermoso, lo brillante de todo esto, es que nada ha venido desde el inmovilismo. Lekman trasladó su vivienda a Australia hace años y, desde entonces, ha hecho cosas como ejercer de músico en bodas (en una entrevista confesó hace poco que es una de las cosas más emocionantes que ha realizado nunca), involucrarse en el proyecto Ghostwriting desde su diario, en el que componía temas inspiradas en textos que le iban enviando los fans, publicar durante un año (2015) una nueva canción por semana o sorprendernos en 2012 con un álbum más oscuro, personal e introspectivo. Y, ahora en 2017, ha recobrado el espíritu previo a I know what love isn't y vuelve al sonido de vacaciones en el mar, a los detalles tropicales en sus canciones, a los sampleados y a ese modo de entender la música que sublimó en 2007 con Night falls over Kortedala. Pero vuelve sin repetirse. No estamos ante un disco rácano de recursos que recurre a lo ya aprendido para salir del paso. En Life will see you now hay vestigios de lo anterior pero también nuevas pistas (el punto disco de Evening prayer, los destellos italo de How we meet, the long version o el cada vez más depurado control de la voz de Lekman, que sabe estar a la altura cuando toca ponerse tierno o cuando se entrega a la fiesta). Y, sobre todo, hay grandes canciones. Canciones magníficas, que hacen que tengamos que pensárnoslo muy bien para decidir nuestro disco preferido de su carrera. O, mejor aún, que nos anima a volver a sumar sin restar. Manolo Domínguez
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