miércoles, 17 de mayo de 2017

gas, narkopop (2017)

Tengo un serio problema con este álbum, un problema conceptual que, siento, es imposible de esquivar. Si entre el cuarto disco de GAS (Pop) y este han pasado 17 años, para mí es como si hubiese transcurrido solo uno, ya que yo me introduje en el sonido de Wolfgang Voigt con la reedición en vinilo de casi toda su obra anterior. Y el choque de aquellos a este ha sido tremendo, casi insuperable. En esos tres álbumes de finales del siglo pasado (Zaubergerg, Königforst y, especialmente, Pop), recopilados y remezclados en la lujosísima caja que Kompakt ha editado en 2016, sobre los drones y loops siempre recorre un halo melódico que lleva meses teniéndome enganchado. El fondo de casi toda la discografía previa de GAS tiene como objetivo el de hipnotizar a través del ritmo y evadir gracias a la melodía. Y, ahí, se encuentra la diferencia radical entre lo anterior y lo actual. El concepto musical de Wolfgang en 2017 es mucho más arisco, menos accesible, más complejo.

Narkopop, como Zaireeka pero al revés, parecen dos álbumes diferentes en una sola pista. Tiene, a partir de la segunda de las 10 pistas sin título del mismo, un componente rítmico que lo acerca a un techno brumoso, abrumador en sus bajos y de ritmo congelado. Y por otro lado un halo atmosférico, inquietante, que no te permite el relajo. Más fílmico que en resto de su discografía, Narkopop pretende tener siempre alerta al oyente, no le deja casi en ningún momento escapar de sus redes. Y la conjunción de ambos desemboca en un disco por momentos poco amable y en general más esquivo que todo lo anterior. Porque Narkopop tiene el poder, y a la vez el defecto, de dibujar un cuadro donde la tensión se llega a palpar. No es cómodo en su escucha y, si llegas a él con las expectativas creadas por el resto de su discografía, genera cierta desconfianza.

Además, otro de los obstáculos que me encuentro con él es su larga duración sin que sienta que los 10 diferentes cortes me aporten sensaciones distintas entre ellos. Quizás a partir de Narkopop 6 encuentre ciertos resquicios dentro del concepto del álbum y, por momentos, me sorprenda en un estado de cierta comodidad, pero, en general, los casi 80 minutos de duración me terminan dejando exhausto.

La reválida finalmente llegará en unas semanas en el escenario Bacardí del Primavera Sound, donde comprobaré definitivamente si estoy preparado para él o terminaré tan agotado como me deja a día de hoy su escucha. Manolo Domínguez

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