Si hago un recorrido por las cosas que he estado leyendo en los últimos meses (cosas, por ejemplo, de Paul Hornschemeier o de Roz Chast), casi todas tienen un denominador común. El denominador común son unos personajes que se ven inmersos en una familia desestructurada, unos personajes invadidos por algo de lo que no se puede escapar. Algo a lo que tarde o temprano te tienes que enfrentar.
"No soporto esa pregunta -le dije-. No soporto que la gente pregunte de qué va un libro. La gente que lee buscando una trama, la gente que chupa las historias como si fueran la nata de una galleta Oreo, debería quedarse con los cómics y las telenovelas. ¿Que de qué va? Todos los libros que merecen la pena van de emociones y de amor y de muerte y de dolor. Va de palabras. Va de un hombre que se enfrenta a la vida. ¿Te vale así?"
10/10
En el caso de J.R. Moehringer (curioso nombre y apellido, que como comprobamos, no le dejará sin más de un quebradero de cabeza), es algo a lo que se ha visto abocado desde niño, marcando completamente su vida y su identidad. Y precisamente de identidad es de lo que se habla en este libro. De identidades anheladas y buscadas durante años.
Moehringer cuenta su vida sin ningún tipo de pudor y con la distancia necesaria para que no parezca una autobiografía al uso, sino un relato muy realista (sea lo que signifique eso). En todo caso, como siempre, aquí la realidad supera a la ficción por goleada. No escatima en detalles y nos muestra, debido al abandono de su padre, como se queda sin referente masculino al que poder aferrarse y la obsesión, casi neurosis, que desarrolla a raíz de ese hecho. A corazón y escritura abierta, también asistimos, quizás debido a todo esto, como J.R. Moehringer alcanza a lograr metas y objetivos inalcanzables para alguien de su sustrato social. Hazañas a las que él mismo parece darles poca importancia y que parecen ocurrir muy a su pesar. Porque para Moehringer los logros no están determinados por el estatus que uno llegue a lograr, sino por la paz. A vencer el vacío dejado por alguien que ya no es presencia ni voz, sino un fantasma interior con el que saldar cuentas. A buscar espacios y personas que ayuden a compensar el equilibrio.
Aquí también se habla mucho de masculinidad, desde la admiración y como meta. Pero de la masculinidad bien entendida, no como algo ofensivo o que se impone, sino como algo que se antoja imprescindible para forjarse a uno mismo. Javier Ruiz
Aquí también se habla mucho de masculinidad, desde la admiración y como meta. Pero de la masculinidad bien entendida, no como algo ofensivo o que se impone, sino como algo que se antoja imprescindible para forjarse a uno mismo. Javier Ruiz
"No soporto esa pregunta -le dije-. No soporto que la gente pregunte de qué va un libro. La gente que lee buscando una trama, la gente que chupa las historias como si fueran la nata de una galleta Oreo, debería quedarse con los cómics y las telenovelas. ¿Que de qué va? Todos los libros que merecen la pena van de emociones y de amor y de muerte y de dolor. Va de palabras. Va de un hombre que se enfrenta a la vida. ¿Te vale así?"
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