Como prometimos, hoy continuamos con el especial Parade en un marino en la orilla. Llegamos a su cuarto y quinto disco, los de 2006 y 2009. Todas las estrellas lo reseña Manolo y La fortaleza de la soledad yo mismo.
El quinto disco de Parade es justo eso para mi. Una especie de ópera pop (en la que cabe mucho más que el pop) en la que Antonio se refugia de todas las limitaciones que impone la vida a sus personajes, deseos que son imposibles llevar a la práctica, un paragüas en el que cubrirse de la vida tal cual, al fin y al cabo.
Porque hay cosas en las que uno es consciente de sus limitaciones, pero no por ello dejas que eso te eche atrás, quizás hay un momento en el que te dejas ir abajo a ti mismo, te refugias en tu fortaleza y no quieres salir jamás. Pero luego siempre, SIEMPRE, hay un momento en el que gritas al mundo que ya no necesitas más la fortaleza. Que tienes guardada la llave en el bolsillo, pero de momento ya no quieres volver. (javi)
Todas las estrellas, spicnic, 2006
Segundo aviso. Si Inteligencia Artificial resquebrajaba fronteras con su apertura de miras, Flora Rostrobruno, con Antonio solo frente al piano, las hacía añicos y destrozaba todas las etiquetas que con anterioridad se habían asignado a Parade. Ya no había más límites en su música que los que haya en la cabeza de su responsable. Esa canción, solo esa canción, era ya suficiente muestra de hasta dónde es capaz de llegar. Una balada con aires clásicos y una historia con regusto burtoniano, tan bien narrada, que casi se trata de un relato corto.
Segundo aviso. Si Inteligencia Artificial resquebrajaba fronteras con su apertura de miras, Flora Rostrobruno, con Antonio solo frente al piano, las hacía añicos y destrozaba todas las etiquetas que con anterioridad se habían asignado a Parade. Ya no había más límites en su música que los que haya en la cabeza de su responsable. Esa canción, solo esa canción, era ya suficiente muestra de hasta dónde es capaz de llegar. Una balada con aires clásicos y una historia con regusto burtoniano, tan bien narrada, que casi se trata de un relato corto.
Sin
embargo, aunque su valor dentro de la discografía del grupo es
incuestionable, en lo personal no es de mis preferidas del cd. La
ternura que desprende el hombre de los palillos, ese antihéroe de
barrio, el punto de pop maduro, que me lleva de Bacharach a Roger
Nichols, de Sr. Lobo o los guiños al consecuencias (El último hombre
vivo) o su disco de debut (Todas las estrellas, Un paseo por mi cabeza)
me calaron siempre desde el principio. Y ese nuevo relato de la vida en
soledad (antes personalizado en la figura del astronauta de Calabuch o
el niño zombi y después sublimado en la fortaleza), aquí retratado en el
protagonista de La estación espacial, me ayudaba a seguir aferrándome a
sus letras para sentirme especial cuando en realidad solo era
diferente.
Pero, especialmente, Todas las
estrellas es el disco donde se encuentra Autopistas elevadas. Una
canción que a mí, tan agnóstico, tan de tener los pies en la tierra, tan
científico, me hace pensar en si un día me encontraré con la autopista
hacia el cielo de la serie de Michael Landon guiándome hacia todo
aquello de lo que renegué en vida o, aún peor, que me deje aquí
esperando. Una autopista hacia todo eso que, no me cabe duda alguna, no
existe. (manolo)
La fortaleza de la soledad, jabalina música, 2009
Hay diseños e ilustraciones en discos que no pueden reflejar mejor su contenido. En la contraportada del disco se ve a Antonio Galvañ muy abrigado, como dispuesto a entrar en su fortaleza de la soledad, para quedarse ahí y ya no salir más. Abrigado ante el mundo y todas sus miserias.
El quinto disco de Parade es justo eso para mi. Una especie de ópera pop (en la que cabe mucho más que el pop) en la que Antonio se refugia de todas las limitaciones que impone la vida a sus personajes, deseos que son imposibles llevar a la práctica, un paragüas en el que cubrirse de la vida tal cual, al fin y al cabo.
Porque hay cosas en las que uno es consciente de sus limitaciones, pero no por ello dejas que eso te eche atrás, quizás hay un momento en el que te dejas ir abajo a ti mismo, te refugias en tu fortaleza y no quieres salir jamás. Pero luego siempre, SIEMPRE, hay un momento en el que gritas al mundo que ya no necesitas más la fortaleza. Que tienes guardada la llave en el bolsillo, pero de momento ya no quieres volver. (javi)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.