martes, 3 de octubre de 2017

especial la bien querida: 2009-2011

Desde que escuchamos en 2007 aquella histórica maqueta con diez canciones (de las cuales seis terminaron en el debut oficial del proyecto) ya se sabía que lo de La Bien Querida no era una banda más, sino algo realmente grande. El revuelo que organizó fue tan grande que la expectación ante Romancero era inmensa. Así nació un proyecto que al principio no teníamos claro si tratarlo de unipersonal, pero que en la actualidad nadie duda de que es el trabajo de dos personalidades, la de Ana Fernández-Villaverde en la composición e interpretación y la de David Rodríguez poniendo forma a la inspiración de la bilbaína. Y el resultado, cuatro discos después y a unos días del quinto, es el de uno de los nombres principales del pop actual de nuestro país.

Por eso, y para celebrar que no hay quinto malo, nos hemos animado con este especial que comienza, aquí y ahora, con el repaso a los dos primeros álbumes y terminará el jueves con un top de nuestras canciones favoritas. Porque sí, durante toda la semana, La Bien Querida será la actriz del año en el marino.


Romancero, 2009 Cuando se publicó Romancero nos cansamos de repetir que la maqueta era mejor y, de tanto insistir en ello, al final se nos pasó escuchar el disco. Pasaron los meses y las canciones quedaron ahí, como extrañas anomalías que sentíamos sobreproducidas (y probablemente algo de razón había en esa apreciación) y que golpeaban nuestro honor de descubridores de la tremenda sensibilidad de Ana Fernández Villaverde para relatar historias y vestirlas con el envoltorio exacto. Pero la realidad era otra. La realidad es que Romancero es el mejor disco sobre el amor y las relaciones editado en España en lo que llevamos de siglo 21. Una especie de 69 Love Songs en miniatura que nace con objetivos diferentes pero comparte con él más de lo podría parecer a primera vista.

Si la obra maestra de The Magnetic Fields nace de la experiencia y, sobre todo, la ambición de Stephin Merrit, Romancero parece surgir con una mayor espontaneidad y materializándose en una declaración de intenciones que, cuatro discos después, sigue intacta. Ana no escribe sobre el amor como recurso, sino como motor único de su literatura. Y lo hace con una tremenda naturalidad, sabiendo mantener las distancias correctas y dándole el punto justo de cursilería. Además, en lo musical, se saca de la manga una colección de canciones que directamente pasan a ser parte de la historia del pop. Cuando se acerca a La Buena Vida en Corpus Christi, cuando se viste de disco chochi (gracias a la producción de David, ya que en la versión demo la canción era muy diferente) con 9,6, cuando remite a una guitarra y un estribillo clásicos en Siete medidas de seguridad o cuando remite a Los Planetas más jondos en El zoo absoluto.

Romancero no es perfecto, probablemente ningún disco lo sea en realidad, pero ha sabido marcar un camino y rayar a una altura tremenda, gracias a ese trabajo de David que tanto criticamos en su día y, especialmente, a la sensibilidad de Ana para trascender sin apenas parecerlo. Con una distancia frente a sus canciones que parecen cantadas en tercera persona, aunque siempre lo haga en primera. Manolo


Fiesta, 2011 Ana y David creo que no han vuelto a alcanzar en su discografía el nivel mostrado en Romancero pero, de momento en Fiesta, no se quedaron tan lejos como podría suponerse de quien llega tan lejos con su debut. Tal vez le falten canciones incontestables en comparación con el anterior (a pesar de ello, ahí están Noviembre, Piensa como yo o, sobre todo, Monte de piedad), tal vez pierdan el factor sorpresa, pero todo en la continuación de su ópera prima es, al menos, de notable.

La producción en este caso es continuista, entendiendo por ello a mantener ese nivel de heterogeneidad de David, tan amigo de darle a cada canción su propia personalidad por encima del concepto de sonido compacto del álbum completo, y las canciones han nacido para ser mezcladas con las del anterior sin rubor alguno. Se explota el mismo concepto sin resultar monótona ni repetitiva, y se vuelve a acertar en la exposición del corazón y sus consecuencias como motor lírico.

Y las referencias se vuelven a repetir. Con Ana, no sé por qué, siempre nos hemos fijado más para situarla en el cancionero que en el internacional. Por eso se repiten La Buena Vida, Los Planetas, Jeanette, Cecilia o incluso Mari Trini para describir su música. Y no creo que eso afecte al proyecto, ya que todas ellas están tan bien pasadas por el tamiz de ambos que, en realidad, solo suenan a La Bien Querida, a ese dúo que aquí ya se ha consolidado de una forma aplastante. Manolo

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