Nunca he sido fan de Beck. He seguido su carrera con cierta distancia, sin involucrarme demasiado. Miro los discos que me compré en su momento y da la casualidad de que son sus discos más festivos y bailables. Mi subconsciente me debe querer decir que el Beck que mola es el que hace canciones por encima de los 125 bpm. Y como Colors está plagado de ese tipo de canciones este disco es uno de los que más estoy disfrutando últimamente.
Colors es, claramente, un disco que busca un sonido accesible, pop, y con aptitudes comerciales. Un ejercicio de estilo (mainstream) realizado junto a uno de los gurús actuales del mismo, Greg Kurstin. Un propósito evidente que se cumple con creces. Colors debe ser el disco más inmediato, dinámico y exultante de la temporada, una colección de hits potenciales para enloquecer sin descanso.
Canciones que a pesar de ser tremendamente contemporáneas, suenan como si por Beck no hubiera pasado el tiempo. Su particular visión traída al siglo XXI y con coartada pop en su sentido más amplio. De pronto suena a los Beatles en Dear life, a urban en la ya conocida pero no menos alucinante Wow, o al sol de California con coros angelicales en Seventh Heaven o Square One. Pero también casi post punk en I'm so free o No distraction.
Diversión sin parar en 40 minutos que se acaban y ante los que solo puedes decir "otra vez, otra vez, otra vez" como un niño. Javier Ruiz
Colors es, claramente, un disco que busca un sonido accesible, pop, y con aptitudes comerciales. Un ejercicio de estilo (mainstream) realizado junto a uno de los gurús actuales del mismo, Greg Kurstin. Un propósito evidente que se cumple con creces. Colors debe ser el disco más inmediato, dinámico y exultante de la temporada, una colección de hits potenciales para enloquecer sin descanso.
Canciones que a pesar de ser tremendamente contemporáneas, suenan como si por Beck no hubiera pasado el tiempo. Su particular visión traída al siglo XXI y con coartada pop en su sentido más amplio. De pronto suena a los Beatles en Dear life, a urban en la ya conocida pero no menos alucinante Wow, o al sol de California con coros angelicales en Seventh Heaven o Square One. Pero también casi post punk en I'm so free o No distraction.
Diversión sin parar en 40 minutos que se acaban y ante los que solo puedes decir "otra vez, otra vez, otra vez" como un niño. Javier Ruiz
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