Después de la experiencia multinacional, Kiko apuesta por controlar al 100% su música e incluso se reinventa con sello propio, Elemúsica, que estrena con la publicación del cd compartido con Pepe Begines (cantante de No Me Pises Que Llevo Chanclas) en el que reinterpretan temas de las discografías de ambos. Un disco lleno de anécdotas, como la interpretación de la pared de Bambino, pero que quedaba solo en eso.
El hombre invisible, 2005 Pero el paso más serio llega con el siguiente álbum propiamente dicho. Un disco que anda en ese punto intermedio, y más cerca de la maravilla de los dos primeros con BMG que de sus pasos en falso. Más rockero que africano, suponemos que claramente influenciado por la banda de acompañamiento (Los Notas del Retumbe), y más directo que introspectivo. Porque, aunque Bilonguis o Contigo parecen robadas de los tiempos del cantecito, en Satisfacción, Inspiración o Los notas del retumben se deja claro que aquí lo anglosajón va a tener más fuerza que las raíces negras.
En cuanto a sus letras, aquí el hombre invisible que se retrata en la canción no es uno de esos personajes a los que hay que engancharse de inmediato, sino ese hombre en la sombra, sin escrúpulos ni ética, que mueve los hilos para mal de esta sociedad de libre mercado. Hay crítica social, sí, pero también tiempo para el amor (Mi morena) y el desamor (Bilonguis) con esa forma tan característica de exponer las emociones de Kiko.
A mí personalmente me llega más cuando suena más gitano que rockero y más latino que anglosajón, y por eso me entrego con mucha más facilidad a Bilonguis, Contigo, Ella no es la misma o No cuesta dinero pero, en general, estamos ante un retorno de lo más digno y que muestra que Kiko Veneno sigue siendo imprescindible, tanto cuando mira hacia el norte como lo hace hacia el sur.
Dice la gente, 2010 Lo que no esperábamos, al menos si no contamos el parentésis en el que se dedicó (junto a Los Delinqüentes, Muchachito y Tomasito) al proyecto G-5, esa especie de superbanda de flamenco mestizo, es que transcurrieran 5 años sin saber de Kiko desde El hombre invisible hasta este Dice la gente. Pero es normal que alguien que lleva ya tanto tiempo en esto de la música se tome las cosas con calma y apueste por hacer las cosas a su forma que precipitarse. Porque, aunque el décimo álbum de su discografía se editara con Warner, todo el trabajo previo fue autoproducido y, una vez estuvo listo, se buscó quien lo pusiera en tiendas, porque Kiko ya comprendió que él es más un hombre de letras que de números.
Pero la espera mereció, y bastante, la pena. Porque Dice la gente tiene mucho con lo que alegrarse. La chispa con ese aire tan Dylan (un clásico de siempre) ya nos pone de buen humor desde el principio, y La cadena de oro, con la que vuelve el Kiko más social, tiene ese punto guarro que tan bien dulcifica con su voz. También funciona muy bien Dice la gente, a pesar de (o mejor gracias a) sonar casi como una revisión del Soukora de Ali-Farka Touré y Ry Cooder. Pero, al menos para mí, el momento más sublime llega con Campeones de la suerte, con una melodía que enamora y una letra que nos devuelve al mejor Kiko. Justo tras esta viene la revisión del Bird on a wire de Leonard Cohen, cantada con acento andaluz y coros africanos, que es pura delicia y La rama de Barcelona, que suena a rumbita intrascendente pero que, misteriosamente, funciona. Serán los efectos de su consumo.
Para mí, solo la excesivamente cursi (Kiko siempre anda en ese filo, del que no suele caerse, pero aquí acaba en tropiezo) Totupán y El mosquito suicida, donde se acompaña del mencionado G-5, desmerece un disco notable que, por si fuera poco, se cierra con Agua del grifo, colofón infeccioso y el perfecto complemento para cerrar algo que se abrió con La chispa. Seguimos disfrutando con su música.
Sensación térmica, 2013 A pesar de que la experiencia con Dice la gente obtuvo, al menos bajo mi impresión, muy buenos resultados, para este Kiko prefirió dejar en otras manos las labores de producción y optó por la figura de Raül Fernández, que se está convirtiendo en firma habitual de buena parte del nuevo flamenco de estos últimos años. Y el resultado no es nada obvio. Raül ha dejado su firma en la mayoría de las canciones y se nota su presencia durante todo el disco. No hay muchos convencionalismos en la parte instrumental y el sonido se ve misteriosamente rejuvenecido. No me atrevo a decir que haya salvado ninguna composición menos acertada, pero sí que le ha dado una nueva visión a un artista que siempre se jactó de no repetirse, por lo que me atrevería a decir que la decisión no puede ser más acertada. Y, como además tenemos grandes aciertos como La vida es dulce, Los planetas, Malagueñas de San Juan de la Cruz o Sensación térmica, solo queda alegrarse de otro disco más que celebrable.
Sin embargo, hay cosas que hacen que Sensación térmica no sea tan tan redondo. La simpleza de la letra de No cal patir, cargada de ripios cargantes, y Babú y ¿Sabes o no?, que se hacen algo pesadas, son la que menos me convencen de las 10. Mala suerte, de nuevo más rockera, no está mal, pero no trasciende, y a lo mejor le falta algún hit marca de la casa. Pero entonces, quizás, Sensación térmica no sería ese disco diferente que es dentro de la carrera de alguien que, con 60 años cumplidos, se atreve a seguir arriesgando y experimentando. Algo que demuestra, junto a un pasado que es parte la historia de la música, así en general, que estamos ante uno de los nombres más imprescindibles del pop nacional de los últimos 40 años. Vamos, nada.
El hombre invisible, 2005 Pero el paso más serio llega con el siguiente álbum propiamente dicho. Un disco que anda en ese punto intermedio, y más cerca de la maravilla de los dos primeros con BMG que de sus pasos en falso. Más rockero que africano, suponemos que claramente influenciado por la banda de acompañamiento (Los Notas del Retumbe), y más directo que introspectivo. Porque, aunque Bilonguis o Contigo parecen robadas de los tiempos del cantecito, en Satisfacción, Inspiración o Los notas del retumben se deja claro que aquí lo anglosajón va a tener más fuerza que las raíces negras.
En cuanto a sus letras, aquí el hombre invisible que se retrata en la canción no es uno de esos personajes a los que hay que engancharse de inmediato, sino ese hombre en la sombra, sin escrúpulos ni ética, que mueve los hilos para mal de esta sociedad de libre mercado. Hay crítica social, sí, pero también tiempo para el amor (Mi morena) y el desamor (Bilonguis) con esa forma tan característica de exponer las emociones de Kiko.
A mí personalmente me llega más cuando suena más gitano que rockero y más latino que anglosajón, y por eso me entrego con mucha más facilidad a Bilonguis, Contigo, Ella no es la misma o No cuesta dinero pero, en general, estamos ante un retorno de lo más digno y que muestra que Kiko Veneno sigue siendo imprescindible, tanto cuando mira hacia el norte como lo hace hacia el sur.
Dice la gente, 2010 Lo que no esperábamos, al menos si no contamos el parentésis en el que se dedicó (junto a Los Delinqüentes, Muchachito y Tomasito) al proyecto G-5, esa especie de superbanda de flamenco mestizo, es que transcurrieran 5 años sin saber de Kiko desde El hombre invisible hasta este Dice la gente. Pero es normal que alguien que lleva ya tanto tiempo en esto de la música se tome las cosas con calma y apueste por hacer las cosas a su forma que precipitarse. Porque, aunque el décimo álbum de su discografía se editara con Warner, todo el trabajo previo fue autoproducido y, una vez estuvo listo, se buscó quien lo pusiera en tiendas, porque Kiko ya comprendió que él es más un hombre de letras que de números.
Pero la espera mereció, y bastante, la pena. Porque Dice la gente tiene mucho con lo que alegrarse. La chispa con ese aire tan Dylan (un clásico de siempre) ya nos pone de buen humor desde el principio, y La cadena de oro, con la que vuelve el Kiko más social, tiene ese punto guarro que tan bien dulcifica con su voz. También funciona muy bien Dice la gente, a pesar de (o mejor gracias a) sonar casi como una revisión del Soukora de Ali-Farka Touré y Ry Cooder. Pero, al menos para mí, el momento más sublime llega con Campeones de la suerte, con una melodía que enamora y una letra que nos devuelve al mejor Kiko. Justo tras esta viene la revisión del Bird on a wire de Leonard Cohen, cantada con acento andaluz y coros africanos, que es pura delicia y La rama de Barcelona, que suena a rumbita intrascendente pero que, misteriosamente, funciona. Serán los efectos de su consumo.
Para mí, solo la excesivamente cursi (Kiko siempre anda en ese filo, del que no suele caerse, pero aquí acaba en tropiezo) Totupán y El mosquito suicida, donde se acompaña del mencionado G-5, desmerece un disco notable que, por si fuera poco, se cierra con Agua del grifo, colofón infeccioso y el perfecto complemento para cerrar algo que se abrió con La chispa. Seguimos disfrutando con su música.
Sensación térmica, 2013 A pesar de que la experiencia con Dice la gente obtuvo, al menos bajo mi impresión, muy buenos resultados, para este Kiko prefirió dejar en otras manos las labores de producción y optó por la figura de Raül Fernández, que se está convirtiendo en firma habitual de buena parte del nuevo flamenco de estos últimos años. Y el resultado no es nada obvio. Raül ha dejado su firma en la mayoría de las canciones y se nota su presencia durante todo el disco. No hay muchos convencionalismos en la parte instrumental y el sonido se ve misteriosamente rejuvenecido. No me atrevo a decir que haya salvado ninguna composición menos acertada, pero sí que le ha dado una nueva visión a un artista que siempre se jactó de no repetirse, por lo que me atrevería a decir que la decisión no puede ser más acertada. Y, como además tenemos grandes aciertos como La vida es dulce, Los planetas, Malagueñas de San Juan de la Cruz o Sensación térmica, solo queda alegrarse de otro disco más que celebrable.
Sin embargo, hay cosas que hacen que Sensación térmica no sea tan tan redondo. La simpleza de la letra de No cal patir, cargada de ripios cargantes, y Babú y ¿Sabes o no?, que se hacen algo pesadas, son la que menos me convencen de las 10. Mala suerte, de nuevo más rockera, no está mal, pero no trasciende, y a lo mejor le falta algún hit marca de la casa. Pero entonces, quizás, Sensación térmica no sería ese disco diferente que es dentro de la carrera de alguien que, con 60 años cumplidos, se atreve a seguir arriesgando y experimentando. Algo que demuestra, junto a un pasado que es parte la historia de la música, así en general, que estamos ante uno de los nombres más imprescindibles del pop nacional de los últimos 40 años. Vamos, nada.
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