Cuando alguien tiene una personalidad y una manera de hacer tan marcada es fácil que en su propia inercia de creación la propuesta acabe perdiendo frescura, que acabe perdiendo aire por algún lado.
Joan Miquel Oliver lleva 20 años haciendo canciones, la mayor parte del tiempo con Antònia Font y en los últimos años en solitario. Y a pesar del gran peso del grupo madre, ha sido capaz de mantener la identidad, y de alguna manera ha sabido diferenciarse de AF en cada uno de los discos que ha publicado solo. Quizás por los marcados conceptos con los que ha ido argumentando sus discos, quizás por su inventiva sin fin, Oliver sigue enfrentándose cuál trovador a la música, siendo total y único (aquí solo Toni Toledo se encarga de las baterías) responsable de lo que oímos. Y el resultado sigue siendo absolutamente igual de fresco que el primer día. No hay visos de agotamiento de la fórmula, aquí sigue corriendo el aire por todos los lados, Oliver se ha preocupado de ventilar las estancias.
Lo que sería el cuarto disco oficial bajo su nombre, Atlantis es la segunda parte de una trilogía que empezó en 2015 con el disco azul, siendo la parte terrenal (o acuática) frente al arco más etéreo de Pegasus. Todo esto se traduce en un disco más orgánico, más robusto, y en el cuál Joan Miquel Oliver sigue, al fin y al cabo, mostrándonos el lado más pecualiar y práctico de la realidad: "Cuando me voy a dormir miro un rato al techo, y me duermo, y sueño que vuelo, y tengo un total y absoluto control", canta en Nins a tobogans.
Manteniendo su encantador sonido a electrónica de dormitorio, se amplia la gama a unas canciones con las guitarras más encendidas, con más arreglos. Esto se da sobretodo en la última parte del disco, donde se ahonda en lo que Oliver denomina el leitmotiv del disco: las personas y sus cosas, y lo hace en canciones intensas y con un tono más oscuro de lo que acostumbra.
Pero es en la primera parte del disco donde nos encontramos lo que a mí me parece lo mejor de Atlantis; la triada de canciones que forman la preciosa Nins a tobogans (esta definitivamente entra a formar parte a la lista de las mejores que JM Oliver ha escrito nunca), Agricultors ingràvids, la hipnótica Incident a sa pista dos o la juguetona Rumba del temps. Canciones que sin hablar de nada en particular lo explican todo y que a mí me siguen agarrando a esta isla y llevándome a otros lugares al mismo tiempo. A otros lugares en los que el mundo todavía no se ha vuelto loco y reina la cordura. Javier Ruiz
Joan Miquel Oliver lleva 20 años haciendo canciones, la mayor parte del tiempo con Antònia Font y en los últimos años en solitario. Y a pesar del gran peso del grupo madre, ha sido capaz de mantener la identidad, y de alguna manera ha sabido diferenciarse de AF en cada uno de los discos que ha publicado solo. Quizás por los marcados conceptos con los que ha ido argumentando sus discos, quizás por su inventiva sin fin, Oliver sigue enfrentándose cuál trovador a la música, siendo total y único (aquí solo Toni Toledo se encarga de las baterías) responsable de lo que oímos. Y el resultado sigue siendo absolutamente igual de fresco que el primer día. No hay visos de agotamiento de la fórmula, aquí sigue corriendo el aire por todos los lados, Oliver se ha preocupado de ventilar las estancias.
Lo que sería el cuarto disco oficial bajo su nombre, Atlantis es la segunda parte de una trilogía que empezó en 2015 con el disco azul, siendo la parte terrenal (o acuática) frente al arco más etéreo de Pegasus. Todo esto se traduce en un disco más orgánico, más robusto, y en el cuál Joan Miquel Oliver sigue, al fin y al cabo, mostrándonos el lado más pecualiar y práctico de la realidad: "Cuando me voy a dormir miro un rato al techo, y me duermo, y sueño que vuelo, y tengo un total y absoluto control", canta en Nins a tobogans.
Manteniendo su encantador sonido a electrónica de dormitorio, se amplia la gama a unas canciones con las guitarras más encendidas, con más arreglos. Esto se da sobretodo en la última parte del disco, donde se ahonda en lo que Oliver denomina el leitmotiv del disco: las personas y sus cosas, y lo hace en canciones intensas y con un tono más oscuro de lo que acostumbra.
Pero es en la primera parte del disco donde nos encontramos lo que a mí me parece lo mejor de Atlantis; la triada de canciones que forman la preciosa Nins a tobogans (esta definitivamente entra a formar parte a la lista de las mejores que JM Oliver ha escrito nunca), Agricultors ingràvids, la hipnótica Incident a sa pista dos o la juguetona Rumba del temps. Canciones que sin hablar de nada en particular lo explican todo y que a mí me siguen agarrando a esta isla y llevándome a otros lugares al mismo tiempo. A otros lugares en los que el mundo todavía no se ha vuelto loco y reina la cordura. Javier Ruiz
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