lunes, 17 de abril de 2017

cosmen adelaida, dos caballos (2017)

Dos caballos no es un disco para los tiempos en los que estamos. Es un disco que necesita tiempo y dedicación. Dos cosas de las que no solemos derrochar últimamente. Pero ay si le dedicas esas dos cosas. Ay.

Algunos años después del maravilloso La foto fantasma, los madrileños regresan con cambios en la formación (regresos de los inicios y partidas: Elisa parece centrarse ya en su proyecto en solitario, Caliza, aparte de los diseños gráficos de los grupos en los que ha estado) y con un disco no tan amable como el citado. Con un sonido, no sé si deliberado o no, más sucio y con más capas, las canciones, aún manteniendo la fuerza, suenan menos evidentes. De manera inmaculada, el disco se inicia con dos de las mejores canciones que el grupo ha firmado nunca: Contra la pared y Hermanos Wright. La primera, críptica e incesante, la segunda una metáfora preciosa sobre las ganas de querer avanzar. Dos hits increíbles y alucinantes. Pero la diversión continúa y nos encontramos, por ejemplo, con las urgentes Huida (para grabarse a fuego eso de "yo creía que podía cambiar, hacerlo todo bien, hacerlo todo como dicen que hay que hacerlo, pero da igual, por más que insista no va a cambiar") o Parque Jurásico, o con la muy Smiths El final. O con las castañuelas de El futuro o con la esperanza de 2CV. Un disco con las suficientes razones para que no puedas dejar de obsesionarte con él poco a poco, para que cada vez crezca un poco más.

Un disco idóneo para perder el tiempo con él, si es que tienes de eso. Que seguro que sí, aunque vayas diciendo que no. Javier Ruiz

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