En Disco duro, en toda la discografía de Joe Crepúsculo en realidad, hay algo que me aturde y me incomoda; algo que me recuerda a mí mismo cuando trato de no escapar de cierto estatus de hermetismo y me disfrazo de lo que no soy, utilizando anécdotas o datos supuestamente relevantes de mi vida para no contar lo que en realidad me afecta. Una introspección disfrazada de todo lo contrario que se vuelve atrayente y, a la vez, me sitúa en un terreno ventajoso, porque no solo no desvelo mis cartas sino que, además, genero en los demás la sensación de que sí lo he hecho. Las letras de sus canciones son para mí exactamente eso que yo suelo intentar con menos acierto del deseado cuando deseo escapar de una situación incómoda. Y aquí esa sensación se acentúa porque la letra de hasta tres de las canciones de su nuevo álbum han sido colaboraciones externas (Rosas en el mar y Las alas del adiós están escritas por Bárbara Mingo y El dicho por Gabriel Pascual Nieto).
Joël siempre recurre a enrevesadas metáforas para confundirnos. Sus historias se muestran llenas de recursos que parecen haber sido aprendidos en sus estudios de filosofía y juegan a generar una impresión de doble lectura que nunca sé si es cierta o no. Por eso me cuesta asumir Te voy a pinchar como una actualización del pop más quinqui, Pisciburguer un ejercicio de nostalgia ochentera disfrazado de chiringuito de piscina, Un demonio con piel de cordero la típica letra autodestructiva de quien echa la vista atrás en un camino lleno de baches o Música para adultos esa lúcida asunción del paso del tiempo casi tan certera como el Being boring de Pet Shop Boys. Y en lo musical es igual. Como una feria es funki negro en una canción que habla de ferias y fuegos artificiales, Te voy a pinchar, más Chichos que muchas letras de los Chichos, suena a todo menos a rumba y sin embargo la épica Un demonio con piel de cordero navega alrededor de esos sonidos aflamencados (con más intención de evocar a Azúcar Moreno o a la Remedios Amaya de Luna nueva que a Peret, Amaya o Chunguitos) que a priori le intuíamos al hit navajero. Y así todo el álbum, tan confuso como un tema propio titulado como la composición de Aute, de la que se apropió maravillosamente la diva Massiel, Rosas en el mar.
Pero donde sí ando seguro es en el acierto que intuyo en casi cada paso tomado en la grabación de Disco duro. Igual es cierto que no hay un hit tan inmediato y destructor como Mi fábrica de baile, pero es que no es sencillo hacer la mejor canción nacional del siglo en cada álbum. Y, a pesar de un handicap tan menor como ese, ahí están Rosas en el mar, Pisciburguer, Un demonio con piel de cordero o Música para adultos, auténticas cimas de su discografía que ayudan a decir que, sin duda, Joe Crepúsculo aquí ha vuelto a ser Supercrepus. Manolo Domínguez
Joël siempre recurre a enrevesadas metáforas para confundirnos. Sus historias se muestran llenas de recursos que parecen haber sido aprendidos en sus estudios de filosofía y juegan a generar una impresión de doble lectura que nunca sé si es cierta o no. Por eso me cuesta asumir Te voy a pinchar como una actualización del pop más quinqui, Pisciburguer un ejercicio de nostalgia ochentera disfrazado de chiringuito de piscina, Un demonio con piel de cordero la típica letra autodestructiva de quien echa la vista atrás en un camino lleno de baches o Música para adultos esa lúcida asunción del paso del tiempo casi tan certera como el Being boring de Pet Shop Boys. Y en lo musical es igual. Como una feria es funki negro en una canción que habla de ferias y fuegos artificiales, Te voy a pinchar, más Chichos que muchas letras de los Chichos, suena a todo menos a rumba y sin embargo la épica Un demonio con piel de cordero navega alrededor de esos sonidos aflamencados (con más intención de evocar a Azúcar Moreno o a la Remedios Amaya de Luna nueva que a Peret, Amaya o Chunguitos) que a priori le intuíamos al hit navajero. Y así todo el álbum, tan confuso como un tema propio titulado como la composición de Aute, de la que se apropió maravillosamente la diva Massiel, Rosas en el mar.
Pero donde sí ando seguro es en el acierto que intuyo en casi cada paso tomado en la grabación de Disco duro. Igual es cierto que no hay un hit tan inmediato y destructor como Mi fábrica de baile, pero es que no es sencillo hacer la mejor canción nacional del siglo en cada álbum. Y, a pesar de un handicap tan menor como ese, ahí están Rosas en el mar, Pisciburguer, Un demonio con piel de cordero o Música para adultos, auténticas cimas de su discografía que ayudan a decir que, sin duda, Joe Crepúsculo aquí ha vuelto a ser Supercrepus. Manolo Domínguez
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