Oczy Modly, el nuevo disco de The Flaming Lips, parte de la historia inventada de un viaje alucinógeno a través de los efectos de una droga del mismo nombre que te retrotrae a la infancia. Un argumento que, sabiendo además de quienes parte, te hace imaginar un paraíso de abstracción sicodélica y experimentación sonora. Y un poco de eso hay, pero poco. Porque a medida que uno avanza entre las once canciones que forman la edición completa del álbum (existe un formato en un lp único que descarta el tema más largo del mismo) se va despejando esa incógnita hasta asumir que estamos ante uno de los discos más accesibles de la banda en años. Aquí hay sicodelia, sí, y un mucho de trance hipnótico de influencias techno ralentizadas o ese rock sinfónico-progresivo que nació en los años setenta y que parece definitivamente rescatado, pero casi siempre revestido de pop orgánico y plagado de melodías que atraen y ralentizan la esperada caída para que nos sintamos, por momentos, como Alicia descendiendo por el árbol; casi floating in space, que dirían otros que tal bailan.
Con respecto a la discografía de la banda, quizá uno de mis mayores problemas es ese excesivo gusto por experimentar, que les convierte, 30 años después de su fundación, en una banda que no se estanca, pero también en alguien que no te lo pone fácil para mantenerte fiel a ellos. El alabado Embryonic de 2009 me resulta excesivamente arisco, The terror algo desordenado y el disco de versiones de The Beatles parece nacido para confundir en una vuelta de tuerca demasiado excesiva para unas canciones que, en parte, ya exploraban nuevos terrenos hace 50 años. Tal vez sea en el EP Peace sword donde más fácil me lo habían puesto últimamente para disfrutar de sus canciones, pero este OCzy Modly es otra cosa. Aquí los desvaríos sonoros se han controlado para lograr ese mantra que predican. Una vez que entras no hay posibilidades de salirte del camino y te toca jugar con sus reglas, que se aceptan casi sin dificultad.
Aún así, y a pesar de aciertos incontestables como How?, They should be unicorns o We are Famly, no estamos ante una de esas obras que destilan aires de épica victoria desde la primera escucha. Necesitan un tiempo, una asimilación. Oczy Modly no es una droga de efecto inmediato y, por eso, me da la sensación de que cualquier evaluación precipitada puede caer en lo impreciso por abusar de esa nueva ley que ha reducido el presente a porciones de tiempo infinitesimales. Aún a riesgo de resultar pedante, me atrevo a decir (a pensar) que estas canciones hay que tomarlas en las dosis necesarias y ofreciéndoles un mínimo de tiempo y atención para que no caigan en el mal de la música de ascensores, ya que no hay hits tan evidentes como los que poblaban The soft bulletin o Yoshimi battles the pink robots. Al menos eso he hecho yo y me ha funcionado. Hasta el punto de hacerme reflexionar si ese no ha sido mi error a la hora de descartar los ya citados Embryonic o The terror. Prometo ir a septiembre y hacer los deberes que dejé a medias en cursos pasados. Manolo Domínguez
Con respecto a la discografía de la banda, quizá uno de mis mayores problemas es ese excesivo gusto por experimentar, que les convierte, 30 años después de su fundación, en una banda que no se estanca, pero también en alguien que no te lo pone fácil para mantenerte fiel a ellos. El alabado Embryonic de 2009 me resulta excesivamente arisco, The terror algo desordenado y el disco de versiones de The Beatles parece nacido para confundir en una vuelta de tuerca demasiado excesiva para unas canciones que, en parte, ya exploraban nuevos terrenos hace 50 años. Tal vez sea en el EP Peace sword donde más fácil me lo habían puesto últimamente para disfrutar de sus canciones, pero este OCzy Modly es otra cosa. Aquí los desvaríos sonoros se han controlado para lograr ese mantra que predican. Una vez que entras no hay posibilidades de salirte del camino y te toca jugar con sus reglas, que se aceptan casi sin dificultad.
Aún así, y a pesar de aciertos incontestables como How?, They should be unicorns o We are Famly, no estamos ante una de esas obras que destilan aires de épica victoria desde la primera escucha. Necesitan un tiempo, una asimilación. Oczy Modly no es una droga de efecto inmediato y, por eso, me da la sensación de que cualquier evaluación precipitada puede caer en lo impreciso por abusar de esa nueva ley que ha reducido el presente a porciones de tiempo infinitesimales. Aún a riesgo de resultar pedante, me atrevo a decir (a pensar) que estas canciones hay que tomarlas en las dosis necesarias y ofreciéndoles un mínimo de tiempo y atención para que no caigan en el mal de la música de ascensores, ya que no hay hits tan evidentes como los que poblaban The soft bulletin o Yoshimi battles the pink robots. Al menos eso he hecho yo y me ha funcionado. Hasta el punto de hacerme reflexionar si ese no ha sido mi error a la hora de descartar los ya citados Embryonic o The terror. Prometo ir a septiembre y hacer los deberes que dejé a medias en cursos pasados. Manolo Domínguez
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