miércoles, 22 de febrero de 2017

girls, segunda temporada

¿Puede alguien que no es de tu generación, que incluso ni siquiera te cae bien, retratar a la perfección el estado emocional en el que te encuentras? ¿Puede alguien, con sus problemas de mierda, totalmente inventados y auto inflingidos, retratar a la perfección los tuyos? ¿Puede alguien, con su manera de explicar la realidad, totalmente deformada y manipulada, retratar la tuya?

Sí, alguien puede hacerlo, y lo ha hecho, y se llama Lena Dunham. Y yo no salgo de mi asombro. Porque a pesar de las formas toscas, de lo desafortunado en algunas ocasiones de justificar los medios para llegar al fin, de lo poco natural que resulta la mayoría de las veces, ha logrado expresar en imágenes y en (pocas) palabras lo que se siente cuando uno está perdido en este mundo cruel. Y no solo la sensación final de sentirse perdido y desorientado, sino todos los sentimientos que llevan ahí. No sé si ha conseguido ser la voz de alguna generación, pero desde luego, conoce diversas formas de tocar fondo y la manera de contarlo después.


Todo esto desembocó en la espectacular season finale de su segunda temporada. Media hora que es una obra maestra, media hora en la que Lena/Hannah muestra su oscuridad y su vulnerabilidad, pero también sus deseos de ser rescatada.


























El resto de personajes, tan perdidos o incluso más que Hannah, han andado en esta segunda temporada entre lo incomprensible, lo absurdo y en algunas ocasiones, rozando el ridículo. Como cualquiera de nosotros (por lo menos, a mí me ocurre) en la vida real. Girls actúa, ya no como voz de una generación, sino como espejo de cierta y determinada miseria emocional. Javier Ruiz

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