miércoles, 1 de febrero de 2017

max richter, three worlds: music from woolf works (2017)

Resulta curioso constatar en los últimos lanzamientos de Max Richter el carácter conceptual de todos ellos. Bandas sonoras aparte, da la impresión de que Richter prefiere, últimamente, captar la esencia de determinadas situaciones y momentos, encontrar una manera de contar su música, buscar un hilo conductor de la emoción.

Three Worlds: Music from Woolf Works pone musica al premiado ballet del mismo nombre basado en la vida y obra de Virginia Woolf.
Dividido en tres actos (al igual que el ballet) denominados como obras de Woolf, Richter evoca un respeto por el personaje digno de alabanza.
Mrs Dalloway, el primero de los actos, da comienzo con una grabación de voz de la protagonista, para dar paso a veinte minutos en los que el piano (ausente en buena parte del resto de la obra) y las cuerdas son los protagonistas. Piezas como la extraordinariamente bella In the garden o la majestuosa War Anthem marcan el tono introspectivo (más si cabe) por el que parece mirar la última obra de Max Richter, tono que se acentúa en el segundo acto (Orlando, el más complejo del trabajo), totalmente dominado por los sintetizadores y la orquestación. Introspección que es compatible con una apertura en el sonido, una solemnidad y magnificencia que queda de manifiesto en canciones como Modular astronomy o Persistence of images. Es en esta segunda parte donde también se opta por momentos más ambientales y evocadores, para finalmente dar paso al tramo final, la gran joya de la corona, The Waves. Las Olas consta únicamente de una pieza, Tuesday. Esta pieza de 21 gloriosos minutos da comienzo con la actriz Gillian Anderson recitando, de manera estremecedora y acongojante, la nota de suicidio dejada por Virginia Wolf a su marido. Mientras ella recita, asistimos impávidos a esas palabras, hasta que pasados unos minutos desde la última (Richter nos da un respiro para asimilarlas) la intensidad aumenta y da paso a la soprano Grace Davidson, para finalmente acabar con un in crescendo de orquesta y cuerdas impresionante. Un derroche de emoción que eleva a Max Richter mucho más allá. Si cabe.  Javier Ruiz

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