La música orientada a cierto sector de la población siempre ha estado mal vista. Desde la música para adolescentes al AOR. Y no sé por qué razón, ya que nada es mejor que la gente conecte con algo que le toca de cerca. Sí, la música como producto, dirigida a un público objetivo, pero también como algo con lo que te identificas. Y no hay nada mejor que eso.
El cuarto disco de Templeton se podría entender como radiografía de la vida en los treinta-cuarenta de cierto grupo de gente que se resiste a dejar de creer en el amor como la salvación. Que no duda que el amor nos salvará. Incluso van más alla y hacen radiografía de ellos mismos como banda (en Largo recorrido). Han venido para explicarnos con canciones bonitas el siglo XXI de mierda en el que vivimos.
Una mar enorme los muestra más reflexivos (que no maduros, sic), como si nos contaran todas estas historias cuando el día ya se ha acabado, cuando ya no existe la presión. 40 minutos de canciones cantadas al oído en las que prácticamente ya no caben las referencias, en las que ya solo suenan a ellos mismos. Un disco que no solo podría pasar por el mejor del grupo, sino también el que contiene varias de las canciones más imponentes del año: ahí están los gloriosos nueve minutos de Marzo mayea o la escalofriante Se me llevan por poner algunos ejemplos.
También la adorable ¡Flash¡ o la preciosa Conan son grandes canciones que hacen que este sea un disco que a mí me gusta escuchar y tener cerca cuando todo falla. Cuando ya solo queda estar en silencio y ver las cosas pasar. Javier Ruiz
El cuarto disco de Templeton se podría entender como radiografía de la vida en los treinta-cuarenta de cierto grupo de gente que se resiste a dejar de creer en el amor como la salvación. Que no duda que el amor nos salvará. Incluso van más alla y hacen radiografía de ellos mismos como banda (en Largo recorrido). Han venido para explicarnos con canciones bonitas el siglo XXI de mierda en el que vivimos.
Una mar enorme los muestra más reflexivos (que no maduros, sic), como si nos contaran todas estas historias cuando el día ya se ha acabado, cuando ya no existe la presión. 40 minutos de canciones cantadas al oído en las que prácticamente ya no caben las referencias, en las que ya solo suenan a ellos mismos. Un disco que no solo podría pasar por el mejor del grupo, sino también el que contiene varias de las canciones más imponentes del año: ahí están los gloriosos nueve minutos de Marzo mayea o la escalofriante Se me llevan por poner algunos ejemplos.
También la adorable ¡Flash¡ o la preciosa Conan son grandes canciones que hacen que este sea un disco que a mí me gusta escuchar y tener cerca cuando todo falla. Cuando ya solo queda estar en silencio y ver las cosas pasar. Javier Ruiz
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