Mecano es, seguramente, el grupo que más veces he escuchado. Desde que Hoy no me puedo levantar empezara a sonar en los 40 principales, cuando yo tenía solo 10 años, siempre he seguido su trayectoria. Y estamos hablando de esos tiempos en los que uno solo tenía los discos que compraba o grababa. La vida antes de internet.
Cuando se publicó su primer álbum fue el regalo de reyes en casa de mi abuela y, desde entonces hasta Descanso dominical, el mismo día que salía a la calle un nuevo disco, yo corría a por él como lo que era, un fan del grupo. Yo era de Mecano igual que otro era del Real Madrid o del Estudiantes. De forma visceral, como corresponde a un adolescente que aún no necesita evaluar objetivamente la música.
Recuerdo mi alegría un sábado por la mañana al escuchar como La fiesta nacional mantenía, por segunda semana consecutiva, el primer puesto de la lista de los cuarenta principales. Entonces aún no sabía que esas listas se compraban, ni falta que hacía. Para mí era un éxito absoluto de mi banda preferida. Me sentía orgulloso por ello. Igual que cuando mi tío me dijo que le gustaba la letra antibélica de No pintamos nada, que no eran tan superficiales como en primera instancia lo parecían. Yo empezaba a tener cierta conciencia social y, con trece años aún sin cumplir, eso de "dicen que preparan una gran batalla, el este contra el oeste y nuestra casa destrozada" me parecía absolutamente revolucionario.
Ellos y yo fuimos creciendo poco a poco, siguiendo caminos que nos mantenían en cierta manera unidos. Entre el cielo y el suelo volvía a ser mi disco perfecto, como antes lo fueron los anteriores. Llegué a escuchar diez veces seguidas Me cuesta tanto olvidarte a todo volumen una tarde que mis padres no estaban en casa. Me lo llevé al viaje de fin de curso para que lo pusieran en el autobús camino de Lisboa, y fui a verles en Cita en Sevilla en el primer concierto al que asistí por mi cuenta. Hasta encontré poesía en la letra de Hijo de la Luna. Y sus records de ventas eran mis records. Porque yo era tan Mecano como ellos.
Con Descanso dominical yo ya andaba entre los dieciséis y diecisiete años y, a pesar de empezar a descubrir otras músicas que no estaban en los cuarenta principales, volví a engancharme a él. A la gracia de Los Amantes, la sencillez de El cine e incluso las cursiladas de José María. Sería que yo también era un poco cursi. Grababa sus vídeos en mi cinta vhs preparada para el grupo y los veía una y otra vez. Al menos no quería vestirme como ellos, porque en realidad yo quería vestirme como Black, que en esas fechas publicaba Wonderful life. Pero seguían siendo uno de mis grupos, aunque quizás ya no el único ni el más importante.
Pero la cosa se jodió de golpe con Ai Dalai. En 1991 yo ya escuchaba a Surfin' Bichos, Mano Negra, Negu Gorriak y otros grupos que sonaban en Radio 3 y Radio Aljarafe. Y, además, el grupo me lo puso fácil con las horteradas de Una rosa es una rosa o Bailando salsa. No me compré el disco y, me atrevería a decir, incluso dejé de escuchar los anteriores. Uno no puede dejar el alcohol y seguir tomando cerveza. Y yo necesitaba desintoxicarme de todo el mainstream con el que me había identificado hasta entonces. Se acabó la cadena ser excepto para acercarme más adelante a Viaje a los Sueños Polares y, por supuesto, se acabó Mecano.
Y el tiempo pasó así, sin ellos, hasta que, poco a poco, fui encontrando ecos en mis bandas preferidas, especialmente en el cd de debut de Astrud. Ahí estaba la corona de laureles que un día fue para Ana y los hermanos Cano. Y las canciones de pop perfecto que siempre me habían enamorado. Se podía ser indie sin renegar de ellos. Y yo era indie y me acababa de dar cuenta de que no quería renegar de ellos. No tenía por qué hacerlo. Así que busqué en los cajones y estanterías y volví a ponerme todos los discos y cintas, seguidos, una y otra vez, durante todo un fin de semana. Solo Mecano y mi habitación. Horas y horas hasta que volví a recordar todas las letras, el orden y las duraciones de cada canción, los estribillos, los créditos, las fotos promocionales y las anécdotas del grupo. Las fechas de sus cumpleaños y las fechas en las que compré sus discos. Recuperé todo el tiempo perdido y el lunes volví a ser el mayor fan de Mecano... excepto de Ai Dalai.
Y desde entonces estamos en esas. Algunas veces los sitúo más alto y otras más bajo, pero es indudable no solo la importancia que el trío ha tenido en la historia del pop español, sino su calidad. Esa que les ha llevado a publicar, al menos, tres discos sobresalientes entre 1982 y 1986. Y un buen puñado de canciones para la posteridad, las que aquí he recopilado en mi top 40 de Mecano:
Mañana, un repaso a la discografía principal del grupo.
Cuando se publicó su primer álbum fue el regalo de reyes en casa de mi abuela y, desde entonces hasta Descanso dominical, el mismo día que salía a la calle un nuevo disco, yo corría a por él como lo que era, un fan del grupo. Yo era de Mecano igual que otro era del Real Madrid o del Estudiantes. De forma visceral, como corresponde a un adolescente que aún no necesita evaluar objetivamente la música.
Recuerdo mi alegría un sábado por la mañana al escuchar como La fiesta nacional mantenía, por segunda semana consecutiva, el primer puesto de la lista de los cuarenta principales. Entonces aún no sabía que esas listas se compraban, ni falta que hacía. Para mí era un éxito absoluto de mi banda preferida. Me sentía orgulloso por ello. Igual que cuando mi tío me dijo que le gustaba la letra antibélica de No pintamos nada, que no eran tan superficiales como en primera instancia lo parecían. Yo empezaba a tener cierta conciencia social y, con trece años aún sin cumplir, eso de "dicen que preparan una gran batalla, el este contra el oeste y nuestra casa destrozada" me parecía absolutamente revolucionario.
Ellos y yo fuimos creciendo poco a poco, siguiendo caminos que nos mantenían en cierta manera unidos. Entre el cielo y el suelo volvía a ser mi disco perfecto, como antes lo fueron los anteriores. Llegué a escuchar diez veces seguidas Me cuesta tanto olvidarte a todo volumen una tarde que mis padres no estaban en casa. Me lo llevé al viaje de fin de curso para que lo pusieran en el autobús camino de Lisboa, y fui a verles en Cita en Sevilla en el primer concierto al que asistí por mi cuenta. Hasta encontré poesía en la letra de Hijo de la Luna. Y sus records de ventas eran mis records. Porque yo era tan Mecano como ellos.
Con Descanso dominical yo ya andaba entre los dieciséis y diecisiete años y, a pesar de empezar a descubrir otras músicas que no estaban en los cuarenta principales, volví a engancharme a él. A la gracia de Los Amantes, la sencillez de El cine e incluso las cursiladas de José María. Sería que yo también era un poco cursi. Grababa sus vídeos en mi cinta vhs preparada para el grupo y los veía una y otra vez. Al menos no quería vestirme como ellos, porque en realidad yo quería vestirme como Black, que en esas fechas publicaba Wonderful life. Pero seguían siendo uno de mis grupos, aunque quizás ya no el único ni el más importante.
Pero la cosa se jodió de golpe con Ai Dalai. En 1991 yo ya escuchaba a Surfin' Bichos, Mano Negra, Negu Gorriak y otros grupos que sonaban en Radio 3 y Radio Aljarafe. Y, además, el grupo me lo puso fácil con las horteradas de Una rosa es una rosa o Bailando salsa. No me compré el disco y, me atrevería a decir, incluso dejé de escuchar los anteriores. Uno no puede dejar el alcohol y seguir tomando cerveza. Y yo necesitaba desintoxicarme de todo el mainstream con el que me había identificado hasta entonces. Se acabó la cadena ser excepto para acercarme más adelante a Viaje a los Sueños Polares y, por supuesto, se acabó Mecano.
Y el tiempo pasó así, sin ellos, hasta que, poco a poco, fui encontrando ecos en mis bandas preferidas, especialmente en el cd de debut de Astrud. Ahí estaba la corona de laureles que un día fue para Ana y los hermanos Cano. Y las canciones de pop perfecto que siempre me habían enamorado. Se podía ser indie sin renegar de ellos. Y yo era indie y me acababa de dar cuenta de que no quería renegar de ellos. No tenía por qué hacerlo. Así que busqué en los cajones y estanterías y volví a ponerme todos los discos y cintas, seguidos, una y otra vez, durante todo un fin de semana. Solo Mecano y mi habitación. Horas y horas hasta que volví a recordar todas las letras, el orden y las duraciones de cada canción, los estribillos, los créditos, las fotos promocionales y las anécdotas del grupo. Las fechas de sus cumpleaños y las fechas en las que compré sus discos. Recuperé todo el tiempo perdido y el lunes volví a ser el mayor fan de Mecano... excepto de Ai Dalai.
Y desde entonces estamos en esas. Algunas veces los sitúo más alto y otras más bajo, pero es indudable no solo la importancia que el trío ha tenido en la historia del pop español, sino su calidad. Esa que les ha llevado a publicar, al menos, tres discos sobresalientes entre 1982 y 1986. Y un buen puñado de canciones para la posteridad, las que aquí he recopilado en mi top 40 de Mecano:
Mañana, un repaso a la discografía principal del grupo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.