
Triángulo de amor bizarro llegan a su cuarto álbum mejorando en cada disco, perfeccionando la fórmula para volver a dar, una vez más, con la definitiva. Con Victoria mística ya lo tenían todo. Si acaso solo se podría decir que las canciones de Isa y Rodrigo estaban bastante distanciadas. Las melodías pop de unas contrastaban con la rabia de las otras, mostrando dos caras de una misma moneda que ahora están mucho más cercanas; se complementan a la perfección en una esfera a la que le han desaparecido las fronteras en un trabajo de tal nivel que no permite destacar canciones. Hay que quedarse con el conjunto o con las 11 partes por separado. Ni un segundo intrascendente.
Porque no es fácil decir, tras Victoria mística, que han vuelto a superarse. Pero mis sensaciones son esas. La producción de Carlos Hernández vuelve a mostrarles arrolladores y las composiciones son más atinadas que nunca. Si en Estrellas místicas hacían un himno de pop atronador, ligeramente empañado por su sonido tan Pains, ahora te plantan tres de lo mismo (Barca quemada, Baila sumeria y Nuestro siglo Fnord). Si en ninguno de los discos anteriores faltaba el arrebato industrial, como en Robo tu tiempo, aquí este se anfetaminiza en Como encontró a la diosa. Si antes Isa y Rodrigo hacían cada uno la guerra por su cuenta, ahora aparecen agarrando las mismas cuchillas en Euromaquia. Todo milimétricamente medido para, finalmente, arrasar como quien porta armas de destrucción masiva. Y, después, solo el desierto.
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