lunes, 22 de febrero de 2016

fangoria, canciones para robots románticos (2016)

El artista debe ir por encima de la persona. Debería. Es un manera de poder escuchar algo de música. Sería difícil de lo contrario.

En este caso, a mí se me hace imposible diferenciar. No hay manera. Son dos personalidades tan marcadas, las de Nacho y Alaska (lo especifico por si hay algún tipo de confusión), que esto es como las lentejas: las tomas o las dejas. Durante todo este tiempo yo las he tomado, sin problemas, sin rechistar, a pies juntillas. Pero, oh, de un tiempo a estar parte, la cosa ha empezado a cambiar. Quizás es que ahora encuentro que las lentejas se han pasado un poco, que ya resultan repetitivas, incluso contradictorias. Nada nuevo bajo el sol, realmente siempre ha sido así, será que esta mañana he desayunado más de la cuenta. 

A pesar de estas circunstancias, curiosamente y para mi asombro, el grupo como tal, Fangoria, me ha seguido interesando. Vale que El extraño viaje y Absolutamente son sus dos peores discos, pero Cuatricromía les devolvió a parte de sus mejores momentos, así que esperaba con ganas este Canciones para robots románticos.
¿Ha merecido la pena la espera? Pues sí y no. Ni blanco ni negro. El nuevo disco de Fangoria es un gris que tira al blanco en la cara A, y hacia el negro en la B.
La cara A, producida y co-escrita por Guille Milkyway, es lo mejor del disco. La inspiración y las canciones bonitas están en esta primera parte. Guille M. ha llevado el sonido de Fangoria a encontrarse con el de La Casa Azul en una producción explosiva y en la que nos da subidón tras subidón. Las seis canciones son hits en potencia (quizás la que más resiente el huracán es Voluntad de resistir), entre los que destaco Disco Sally, Fiesta en el infierno y sobre todo Manual de decoración para personas abandonadas, ya entre lo mejor del grupo. En esta cara, todo es alegría, celebración, luz y color, pero damos la vuelta y nos encontramos con los reproches, el resentimiento y los ajustes de cuentas. En esta segunda parte, producida por Jon Klein, el sonido se vuelve más oscuro, más frío y menos emocionante. Canciones poco concretas, que se pierden en divagaciones y bromas privadas a las que cuesta encontrar la gracia. Canciones de autoafirmación basadas en el acoso, derribo y ridiculización del contricante.

Canciones para robots románticos, para seguir la metáfora gastronómica, acaba siendo como los pimientos de Padrón, unas veces acierta, otras no. 

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