
Waiting for you, el corte que abre el álbum, no es la carta de presentación más sincera de lo que nos vamos a encontrar. En él múltiples voces se distorsionan hasta llevarnos a un universo de fantasía donde los sonidos tienen movimiento. Es como cruzar un lago donde todo lo que te encuentras son sorpresas. Pero, tras sus menos de tres minutos, se encuentra uno con Butterflies, una joya de R'nB ralentizado que se vende por sí solo y me hipnotiza incluso con más fuerza que aquel Hatch the plan que presidía Luxury problems. Pero New romantic, First night u On my mind (donde la cantante Alison Skidmore cede el protagonismo a unos teclados muy ochentas que sobrevuelan la canción para hacernos flotar) no quedan muy lejos de este. Más complicadas se me hacen las bases de Forgotten, que parecen un jarrón roto y recompuesto, que pierde su forma y encuentra otra mucho más abstracta, pero donde la pista vocal sostiene al conjunto como el supergen que usamos para pegar las piezas. Y Selfish, que parece jugar con nosotros al despiste.
Ya al final del disco Over y, sobre todo, el homónimo último tema, nos vuelven a recordar porqué el título del álbum es Too many voces con un final sorprendente, que parece querer construir un cierre de R'n'B a partir de diferentes voces tratadas que hacen añicos aquel Medúlla en el que Björk no terminó de cuajar su idea de hacer todo un lp a capella. Un broche a un disco exigente, que necesita dedicación, pero tan lleno de aciertos como de recovecos. Manolo Domínguez
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