The hope six demolition project no se puede entender sin tener en cuenta Let England shake. Ni por nuestra parte ni por la de Polly Jean Harvey. Algo tan crudo, tan cruel, tiene que dejar huella. Y se supone que todas las cicatrices se cierran, pero algunas tardan toda la vida en hacerlo, que es lo mismo que decir que en realidad no logran cerrar. Y con esas heridas como equipaje, Harvey realizó junto al fotógrafo Seamus Murphy tres viajes (a Kosovo, Afganistan y Washington) que sirvieron para hacer aún más complicado olvidarse de todo y volver a ese espacio de confort que uno crea cuando se abstrae de lo que le rodea.
Las historias que de allí se trajo solo sirven para dar un punto de partida a un documental sobre algo tan universal como las desigualdades sociales, que se plasman en un libro de poemas (The hollow of the hand) ilustrado con las fotografías que Seamus Murphy realizó durante los viajes y ahora este nuevo álbum en la discografía de PJ Harvey, que vuelve a descarnarnos, tanto por lo lírico como lo musical. Un disco que nos retrata imágenes que, en parte ya conocemos (no es necesario irse a Washington para encontrarnos con suburbios olvidados de la acción gubernamental, barrios con edificios sin cristales en las ventanas y graffitis gigantes de Camarón para disimular lo que solo es destrucción, arquitectónica y social), y en parte nos superan (por mucho que veamos, occidente no es Afganistan, ni las huellas de nuestras guerras están tan presentas como las aún abiertas de Kosovo).
Sin embargo, no creo que el que los telediarios nos apaleen la conciencia a diario convierte en obvias las historias que se cuentan en The hope six demolition project. Nunca sobra decir que vivimos en un mundo de mierda y que nuestro bienestar le resulta tremendamente caro a otros. No está de más atacar a nuestras conciencias las veces que haga falta, aunque en el fondo solo sirva para que vivamos, igual, pero con los remordimientos a cuesta. Mucho más lícito que este estado que nos ha escondido a los niños pidiendo (antes era mucho más habitual, ahora, al menos en mi ciudad, imposible) pero dejan esta labor a sus padres, mientras ellos pasan el mismo hambre que entonces. Somos la alfombra que esconde la mierda y Polly se encarga de recordárnoslo una vez más.
Y, lo que hace que The hope demolition project funcione al completo, es que musicalmente está casi a la altura de su predecesor. El engañoso optimismo pop de The community of hope, los coros comuneros de The ministry of defence o The orange Monkey, el tono marcial de A line of the sand o el blues-rock dolido de The ministry of social affairs. Casi todo en el nuevo disco de Pj Harvey, tal vez solo un punto por debajo con Near the memorials to Vietnam and Lincoln o la menos impactante (y más clásica) Medicinals, funciona como hace cinco años, cuando nos sorprendió recordándonos que seguía siendo la artista más grande de los últimos 20 años. Un título que lleva en él mismo la penitencia, pero del que, al menos de momento, sigue saliendo airosa.
Las historias que de allí se trajo solo sirven para dar un punto de partida a un documental sobre algo tan universal como las desigualdades sociales, que se plasman en un libro de poemas (The hollow of the hand) ilustrado con las fotografías que Seamus Murphy realizó durante los viajes y ahora este nuevo álbum en la discografía de PJ Harvey, que vuelve a descarnarnos, tanto por lo lírico como lo musical. Un disco que nos retrata imágenes que, en parte ya conocemos (no es necesario irse a Washington para encontrarnos con suburbios olvidados de la acción gubernamental, barrios con edificios sin cristales en las ventanas y graffitis gigantes de Camarón para disimular lo que solo es destrucción, arquitectónica y social), y en parte nos superan (por mucho que veamos, occidente no es Afganistan, ni las huellas de nuestras guerras están tan presentas como las aún abiertas de Kosovo).
Sin embargo, no creo que el que los telediarios nos apaleen la conciencia a diario convierte en obvias las historias que se cuentan en The hope six demolition project. Nunca sobra decir que vivimos en un mundo de mierda y que nuestro bienestar le resulta tremendamente caro a otros. No está de más atacar a nuestras conciencias las veces que haga falta, aunque en el fondo solo sirva para que vivamos, igual, pero con los remordimientos a cuesta. Mucho más lícito que este estado que nos ha escondido a los niños pidiendo (antes era mucho más habitual, ahora, al menos en mi ciudad, imposible) pero dejan esta labor a sus padres, mientras ellos pasan el mismo hambre que entonces. Somos la alfombra que esconde la mierda y Polly se encarga de recordárnoslo una vez más.
Y, lo que hace que The hope demolition project funcione al completo, es que musicalmente está casi a la altura de su predecesor. El engañoso optimismo pop de The community of hope, los coros comuneros de The ministry of defence o The orange Monkey, el tono marcial de A line of the sand o el blues-rock dolido de The ministry of social affairs. Casi todo en el nuevo disco de Pj Harvey, tal vez solo un punto por debajo con Near the memorials to Vietnam and Lincoln o la menos impactante (y más clásica) Medicinals, funciona como hace cinco años, cuando nos sorprendió recordándonos que seguía siendo la artista más grande de los últimos 20 años. Un título que lleva en él mismo la penitencia, pero del que, al menos de momento, sigue saliendo airosa.
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